De cómo un adepto a la absenta inventó la patafísica
Una de las obras de teatro que pasó desafortunadamente desapercibidas el año pasado fue “Ubú Rey”, presentada en la Alianza Francesa de Miraflores por Ruth Escudero, conmemorando los 100 años de la muerte de su autor, el genial escritor francés Alfred Jarry. Esta obra narra las aventuras y desventuras de quien será el primer personaje patafísico. Con ella, el teatro experimenta cambios definitivos, rompiendo con una fuerte tradición al renovar tanto la escritura dramática como los conceptos de puesta en escena, desde la iluminación, vestuarios y utilización de máscaras, convirtiendo a su autor en uno de los precursores del dadaísmo, surrealismo y el teatro del absurdo.
Según se cuenta, Alfred Jarry era un tipo bastante singular. Nació en 1873 en la población de Laval, en Francia. Fue un hombre que siempre tiró a la delincuencia. Era precoz. A los quince años empieza en el colegio a burlarse de su profesor. De ahí nace Ubú Rey, el primer personaje patafísico de la historia. Jarry y sus amigos montan una obra sobre este personaje y lo llaman Ubú. El término patafísica suscita muchas veces reacciones diversas. Es difícil saber si se está hablando en serio o si se está hablando en broma, porque la patafísica es una cosa y es la otra. Lo poco que sabemos del término patafísica es que a final del siglo XIX por primera vez se menciona en la obra de Alfred Jarry.
A Jarry le encantaba el trastocar las palabras. Recordemos que él decía “cojamos el diccionario y las palabras que no estén ahí, las palabras que estén reprobadas por el diccionario constituirían un lenguaje aparte”. Sin embargo, Jarry no tiene ninguna respuesta para explicar qué es la patafísica. Por lo que se sabe, él siempre andaba con dos revólveres, le gustaba ir disparando y era adepto a la absenta, un licor verde, un aguardiente muy duro que fue prohibido en Francia por provocar los crímenes, los malos pensamientos y las malas acciones.
La forma de hacer literatura de Jarry era armar escándalo. El tipo vivía en un apartamento que medía apenas un metro y medio, tenía el pelo blanco de cal y escribía literalmente en el suelo. Coleccionaba lechuzas, porque decía que era un animal que la gente repudiaba. Mantenía en su mesa un gran falo que provocaba el escándalo de todos, un cuarto inmundo y así le gustaba vivir.
De pronto, los amigos de Jarry le exigieron que explicara de qué iba eso de la patafísica. Entonces empezó a escribir un manifiesto al que llamó: “Gestos, hechos y opiniones del Dr. Faustroll, Patafísico”. Un libro absolutamente arbitrario, por lo que se podría pensar que Jarry no sabía exactamente de lo que está hablando. La novela trata de este Dr. Faustroll a quien le embargan todo excepto su cama, por lo que decide navegar por tierra firme y visitar todo París y trece islas, acompañado por un escribano, Panouple, y un mono llamado Cara de Nalga que lo único que hace es decir: ¡Ha! ¡Ha!
Ahora, lo que da miedo de la patafísica es que de verdad existe. En 1900 sigue una época en que la obra de Jarry pierde difusión, pero llega un año decisivo, que es 1949, en el que un grupo de intelectuales franceses decide fundar el Colegio de Patafísica. Uno de los objetivos del programa es recopilar toda la obra de Alfred Jarry y darla a conocer. Así que empiezan a trabajar unas publicaciones muy modestas, porque la idea del Colegio de Patafísica no es ganar adeptos sino perderlos. En Buenos Aires nomás ha entrado muy duro la patafísica. Hace poco se formó el Novísimo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Ubuenos Aires. Pero hay que entender que la patafísica no es un estilo de escritura, no es como el surrealismo, sino una actitud frente a la vida. Las tres cosas que caracterizan la patafísica son el juego, el rigor y la creación.
Una de las obras de teatro que pasó desafortunadamente desapercibidas el año pasado fue “Ubú Rey”, presentada en la Alianza Francesa de Miraflores por Ruth Escudero, conmemorando los 100 años de la muerte de su autor, el genial escritor francés Alfred Jarry. Esta obra narra las aventuras y desventuras de quien será el primer personaje patafísico. Con ella, el teatro experimenta cambios definitivos, rompiendo con una fuerte tradición al renovar tanto la escritura dramática como los conceptos de puesta en escena, desde la iluminación, vestuarios y utilización de máscaras, convirtiendo a su autor en uno de los precursores del dadaísmo, surrealismo y el teatro del absurdo.
Según se cuenta, Alfred Jarry era un tipo bastante singular. Nació en 1873 en la población de Laval, en Francia. Fue un hombre que siempre tiró a la delincuencia. Era precoz. A los quince años empieza en el colegio a burlarse de su profesor. De ahí nace Ubú Rey, el primer personaje patafísico de la historia. Jarry y sus amigos montan una obra sobre este personaje y lo llaman Ubú. El término patafísica suscita muchas veces reacciones diversas. Es difícil saber si se está hablando en serio o si se está hablando en broma, porque la patafísica es una cosa y es la otra. Lo poco que sabemos del término patafísica es que a final del siglo XIX por primera vez se menciona en la obra de Alfred Jarry.
A Jarry le encantaba el trastocar las palabras. Recordemos que él decía “cojamos el diccionario y las palabras que no estén ahí, las palabras que estén reprobadas por el diccionario constituirían un lenguaje aparte”. Sin embargo, Jarry no tiene ninguna respuesta para explicar qué es la patafísica. Por lo que se sabe, él siempre andaba con dos revólveres, le gustaba ir disparando y era adepto a la absenta, un licor verde, un aguardiente muy duro que fue prohibido en Francia por provocar los crímenes, los malos pensamientos y las malas acciones.
La forma de hacer literatura de Jarry era armar escándalo. El tipo vivía en un apartamento que medía apenas un metro y medio, tenía el pelo blanco de cal y escribía literalmente en el suelo. Coleccionaba lechuzas, porque decía que era un animal que la gente repudiaba. Mantenía en su mesa un gran falo que provocaba el escándalo de todos, un cuarto inmundo y así le gustaba vivir.
De pronto, los amigos de Jarry le exigieron que explicara de qué iba eso de la patafísica. Entonces empezó a escribir un manifiesto al que llamó: “Gestos, hechos y opiniones del Dr. Faustroll, Patafísico”. Un libro absolutamente arbitrario, por lo que se podría pensar que Jarry no sabía exactamente de lo que está hablando. La novela trata de este Dr. Faustroll a quien le embargan todo excepto su cama, por lo que decide navegar por tierra firme y visitar todo París y trece islas, acompañado por un escribano, Panouple, y un mono llamado Cara de Nalga que lo único que hace es decir: ¡Ha! ¡Ha!
Ahora, lo que da miedo de la patafísica es que de verdad existe. En 1900 sigue una época en que la obra de Jarry pierde difusión, pero llega un año decisivo, que es 1949, en el que un grupo de intelectuales franceses decide fundar el Colegio de Patafísica. Uno de los objetivos del programa es recopilar toda la obra de Alfred Jarry y darla a conocer. Así que empiezan a trabajar unas publicaciones muy modestas, porque la idea del Colegio de Patafísica no es ganar adeptos sino perderlos. En Buenos Aires nomás ha entrado muy duro la patafísica. Hace poco se formó el Novísimo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Ubuenos Aires. Pero hay que entender que la patafísica no es un estilo de escritura, no es como el surrealismo, sino una actitud frente a la vida. Las tres cosas que caracterizan la patafísica son el juego, el rigor y la creación.
Pedro Casusol
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